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Por Fernanda Tarica
La violencia de género es hoy un problema que ha captado la atención de la sociedad, en gran medida porque los medios de comunicación vienen tomando las noticias sobre femicidios. Esta visibilización contribuyó a un mayor rechazo de la sociedad a la violencia.
La muerte de una mujer víctima de violencia es una situación que nos conmueve, nos indigna y nos rebela. Es la consecuencia más grave e irreversible de la violencia de género, y el resultado más visible del impacto que puede tener la violencia en la salud de las mujeres.
El maltrato crónico también tiene importantes repercusiones en la salud y el bienestar de las mujeres, tanto a corto como a largo plazo. Poco a poco va dañando la vida cotidiana y afectando la salud física y psíquica de ellas y de sus hijas e hijos. Es importante mencionar que las secuelas persisten aún luego de finalizada la convivencia.
El maltrato produce un deterioro gradual y paulatino de la autoestima, la autovaloración y la autonomía, la energía se debilita y queda al servicio de la propia defensa y la de sus hijxs, con poco resto para el cuidado personal. El miedo y la ansiedad acompañan a las mujeres en su vida cotidiana, produciendo un gran desgaste y estrés. Las mujeres conviven con insultos, humillaciones, golpes y vejaciones sexuales. Quedan aisladas y dependientes económicamente, sienten que no tienen salida. La depresión es 6 veces más frecuente en mujeres maltratadas que en las que no lo han sido. Hay motivos. Dificultades para dormir y concentrarse, trastornos alimentarios, abuso de sustancias como alcohol y tranquilizantes e intentos de suicidio son consecuencias asociadas al maltrato crónico.
Estudios realizados en varios países muestran que un porcentaje alto de mujeres que concurren a los servicios de salud son víctimas de maltrato. Entre el 22%y el 35% de las mujeres que acuden a un servicio de urgencia poseen síntomas que son consecuencias directas de la violencia. El 59% de esas consultas fueron por contusiones, un 24 % por heridas profundas, 14% por heridas superficiales, un 6% de fracturas y 1.2% de quemaduras. En Tolosa, Francia, 1 mujer de cada 5 que consulta por golpes o heridas declara ser víctima de violencia.
La violencia de género es causa de cefaleas, dolores lumbares, abdominales, pélvicos, trastornos gastrointestinales, asma, alteraciones en el ciclo menstrual, lesiones, fracturas, desprendimiento de retina, rotura timpánica, embarazos no deseados, VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.
La violencia de género cuando existe, está presente en todos los ciclos vitales de la mujer. El embarazo no protege a las mujeres de la violencia, todo lo contrario, el 25 % de las mujeres maltratadas lo han sido por primera vez durante el embarazo. Las consecuencias en la mujer embarazada ponen en riesgo la vida de ellas y la de sus hijxs por nacer. Son frecuentes el retraso en la búsqueda de cuidado prenatal, el peso insuficiente de la madre, infecciones vaginales, sangrado, aumento de riesgo de aborto, parto prematuro y sufrimiento fetal.
Muchos de estos síntomas son inespecíficos, pero otros no, son muy claros, y aun así lo común es no ver a la violencia de género como su causa.