Actualidad
Por Paula Iudica
“Y por el poder de una palabra empiezo de nuevo mi vida. He nacido para conocerte, para nombrarte: Libertad”.
Paul Eluard
La libertad (del latín: libertas, -ātis) se define como la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la persona.
La esclavitud, la cárcel, los campos de concentración, son los ejemplos más extremos de la privación de la libertad que ha vivido el ser humano. Pero existen otras prisiones que no tienen que ver con paredes, y esclavitudes actuales que no tienen que ver con cadenas. Cuando se ejerce cualquier tipo de violencia sobre otra persona, sea física, psicológica, emocional, sexual o económica, se quebranta instantáneamente su libertad.
En la pareja la violencia de género se ejerce a través del control, el aislamiento, la descalificación, la desvalorización, la humillación, las amenazas, los golpes, y tiene como objetivo el sometimiento. Donde hay sometimiento no hay libertad…hay confusión, vergüenza, culpa, soledad y miedo.
El miedo, ese miedo que domina la visión, que no deja ver el todo. El miedo que prende la alarma, que genera un estado de alerta constante. El miedo que paraliza, que inhibe, que obstaculiza. El miedo que se apodera del cuerpo y de la mente. Miedo de reaccionar, miedo de contar, de pedir ayuda, miedo de no poder salir. El miedo que aprisiona.
¿Qué libertades pierden las mujeres que están en situación de violencia? La libertad de tener el control sobre sus propias vidas. La libertad de pensamiento. La libertad de confiar en su propio criterio. La libertad de proyectar. La libertad de hacer lo que les gusta. La libertad de vivir sin dar explicaciones. La libertad de poder elegir, de tomar decisiones. De administrar el hogar, de salir con amigas y amigos, de vestirse como quieran, de escuchar música, bailar, de practicar un deporte, estudiar, trabajar.
Para algunas personas vivir en libertad puede representar la cotidianeidad de sus vidas… para muchas otras, no.
La naturalización de la violencia de género favorece la invisibilización de sus consecuencias. Se vive en las relaciones de pareja, en vínculos familiares, en el trabajo, en las instituciones, en los medios de comunicación, en la calle. No son hechos aislados. El sistema patriarcal los organiza, los combina y los perpetúa a través de prejuicios, estereotipos y mandatos.
A nivel mundial, una de cada tres mujeres sufre algún tipo de violencia basada en el género.
No es un problema individual, es un problema social. La solución también lo es. Luchemos todas y todos por la igualdad. Conquistemos la libertad.
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Recibe denuncias de violencia doméstica las 24 hs.
Dirección: Lavalle 1250.
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