Actualidad, Novedades Institucionales
Desde 2015, cada 3 de junio, miles nos encontramos en las calles para ser la voz de quienes ya no la tienen, víctimas de la violencia de género. En esa fecha, que nombramos como Ni Una Menos, se desarrolló una convocatoria masiva en diferentes puntos del país, motivada por el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada y fue asesinada por su pareja. Ni Una Menos vino a sellar compromiso con el movimiento feminista, transversal, intergeneracional y poderoso, hecho de redes de afecto y sororidad.
Desde sus inicios, con la primera ola, el feminismo ha logrado grandes avances en materia de derechos, plasmados en leyes y convenciones internacionales. Èstas se traducen en obligaciones para los Estados, incitados a intervenir en todos los campos donde existen desigualdades de género, incluyendo no sólo a mujeres cis sino también a otras identidades genéricas, visibilizadas en las últimas décadas. Todo esto como resultado de luchas históricas y discusiones que, generación tras generación, el movimiento va logrando poner en agenda. Del mismo modo, recientemente se han logrado victorias impresionantes en el campo discursivo. No hay serie, programa periodístico o producto de comunicación en el que no estén tematizadas las discusiones sobre género. Nos hemos hecho presentes en todo el abanico. Sin embargo, como movimiento no hemos tenido el mismo éxito en lo que respecta a erradicar la violencia. No solo no hemos conseguido pararla, sino tampoco disminuir sus números.
Todo movimiento que propone cambios estructurales, también implica resistencias y posturas reaccionarias. En tiempos de discursos que banalizan la violencia de género, a pesar de ser un problema profundamente enquistado en nuestras sociedades, resulta necesario aclarar que el feminismo no es una lucha de mujeres y otras identidades de género contra varones: es un movimiento contra un orden de dominación, simbólico y concreto, de los varones sobre las mujeres, otras identidades de género y niñes, pero cuyos efectos no solo afectan a estxs últimos, sino a todxs. Esto no implica decir que impacta en todas las personas de igual manera. En este sentido, los estudios feministas que han explorado a lo largo de décadas las raíces de la violencia machista, las conquistas hasta el momento y las batallas que aún nos quedan, proponen cambios profundos para poner a marchar la historia en dirección hacia otras metas de bienestar, con formas de vincularnos muy distintas a las que tenemos hoy, rompiendo con las lógicas jerárquicas y binarias que reproducen la violencia y que siguen naturalizadas por muchos sectores sociales.
Hoy, desde Shalom Bait decimos NO a las imposiciones que no elegimos, que limitan nuestra autonomía y nuestros derechos. Porque privadas de ellos - de trabajar, de disponer de nuestro propio tiempo, de elegir pareja o no elegirla, de decidir si ser madres o no - se coarta nuestra libertad, que es parte de lo que llamamos vida.
Decimos Ni Una Menos por estar atadas a cadenas suaves para evitar las violencias;
Ni Una Menos por permanecer en la obediencia y aislamiento para evitar el castigo;
Ni Una Menos para poder poner en acto nuestra inmensa potencia colectiva.
Y por más difícil que parezca, sabemos que el proceso está en marcha y que somos parte de esta revolución. Podemos permitirnos soñar, mirar al horizonte y ver, como dijo Rosa Luxemburgo, “un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”
Actualidad, Novedades Institucionales
Desde 2015, cada 3 de junio, miles nos encontramos en las calles para ser la voz de quienes ya no la tienen, víctimas de la violencia de género. En esa fecha, que nombramos como Ni Una Menos, se desarrolló una convocatoria masiva en diferentes puntos del país, motivada por el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada y fue asesinada por su pareja. Ni Una Menos vino a sellar compromiso con el movimiento feminista, transversal, intergeneracional y poderoso, hecho de redes de afecto y sororidad.
Desde sus inicios, con la primera ola, el feminismo ha logrado grandes avances en materia de derechos, plasmados en leyes y convenciones internacionales. Èstas se traducen en obligaciones para los Estados, incitados a intervenir en todos los campos donde existen desigualdades de género, incluyendo no sólo a mujeres cis sino también a otras identidades genéricas, visibilizadas en las últimas décadas. Todo esto como resultado de luchas históricas y discusiones que, generación tras generación, el movimiento va logrando poner en agenda. Del mismo modo, recientemente se han logrado victorias impresionantes en el campo discursivo. No hay serie, programa periodístico o producto de comunicación en el que no estén tematizadas las discusiones sobre género. Nos hemos hecho presentes en todo el abanico. Sin embargo, como movimiento no hemos tenido el mismo éxito en lo que respecta a erradicar la violencia. No solo no hemos conseguido pararla, sino tampoco disminuir sus números.
Todo movimiento que propone cambios estructurales, también implica resistencias y posturas reaccionarias. En tiempos de discursos que banalizan la violencia de género, a pesar de ser un problema profundamente enquistado en nuestras sociedades, resulta necesario aclarar que el feminismo no es una lucha de mujeres y otras identidades de género contra varones: es un movimiento contra un orden de dominación, simbólico y concreto, de los varones sobre las mujeres, otras identidades de género y niñes, pero cuyos efectos no solo afectan a estxs últimos, sino a todxs. Esto no implica decir que impacta en todas las personas de igual manera. En este sentido, los estudios feministas que han explorado a lo largo de décadas las raíces de la violencia machista, las conquistas hasta el momento y las batallas que aún nos quedan, proponen cambios profundos para poner a marchar la historia en dirección hacia otras metas de bienestar, con formas de vincularnos muy distintas a las que tenemos hoy, rompiendo con las lógicas jerárquicas y binarias que reproducen la violencia y que siguen naturalizadas por muchos sectores sociales.
Hoy, desde Shalom Bait decimos NO a las imposiciones que no elegimos, que limitan nuestra autonomía y nuestros derechos. Porque privadas de ellos - de trabajar, de disponer de nuestro propio tiempo, de elegir pareja o no elegirla, de decidir si ser madres o no - se coarta nuestra libertad, que es parte de lo que llamamos vida.
Decimos Ni Una Menos por estar atadas a cadenas suaves para evitar las violencias;
Ni Una Menos por permanecer en la obediencia y aislamiento para evitar el castigo;
Ni Una Menos para poder poner en acto nuestra inmensa potencia colectiva.
Y por más difícil que parezca, sabemos que el proceso está en marcha y que somos parte de esta revolución. Podemos permitirnos soñar, mirar al horizonte y ver, como dijo Rosa Luxemburgo, “un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”